El otro día me escribió Silvia, preguntándome porque no hablaba de lo que nos suele gustar a las mujeres después de hacer el amor. Me contaba lo difícil que le resulta hacerle entender a su marido lo importante que es para ella, esos minutos de reposo, de cariño, de sentirse junto a él, esos minutos de sentirse segura, femenina y querida. Es verdad que somos diferentes tanto física, afectiva como cerebralmente. No hay más que ver el vídeo de Mark Gungor donde explica –con mucho humor- las diferencias de un cerebro masculino y femenino.
Como veis, el cerebro del hombre tiene muchas cajas, todas ellas inconexas. Pero tienen un tesoro que guardan celosamente, a parte de su caja de “colegas de siempre” bueno y su caja de “colegas del trabajo” ¡ah perdón! también la caja de los “colegas de colegio”, bueno estas cajas se reproducen en su cerebro según pasan los años, pero como decía, su gran tesoro está en SU CAJA de la NADA, esa en la que no nos dejarán entrar nunca. Esa caja que les hace ser capaces de ver 35 canales a la vez y si les preguntas que ven, lo podremos comprobar, porque te dirán: “Pues todos ¿no lo ves?”. Es, esa caja que les hace ser capaces de pensar en NADA, cuántas veces hemos visto a nuestro marido mirando sin ver y le preguntamos:
-¿En qué piensas?
– En nada
– ¿Cómo no vas a pensar en nada, en algo tendrás que estar pensando? ¡¡¡¡Es imposible no pensar en nada!!!!……