Quiero empezar con la típica conversación de pareja. Un día cualquiera llegamos de trabajar y os decimos algo así:

• Menudo día que he tenido hoy. No veas la que he tenido con mi jefe.
• ¿Qué ha pasado?
• No te lo vas a creer, es un borde.
• ¿Pero que te ha dicho?
• ¡Que que me ha dicho!!!!! Me ha dicho que …
• A ver, también tienes que entenderle. Tiene mucha presión…
• ¿Cómo quieres que le entienda? ¿Qué me quieres decir, qué tiene razón? Ahora me dirás que la culpa es mía y que estoy sensible…

A ver, cuando cualquiera de nosotras llega a casa y ha tenido una movida con su jefe; da igual el motivo, da igual el por qué, es más, da igual incluso si tiene razón. Si nos veis que acudimos a vosotros, con cierto grado de “nerviosismo” para contaros un problema con nuestro jefe, no nos deis “consejitos” que nos hagan pensar que igual no tenemos toda la razón.

Cuando intentáis calmar nuestro enfado con frases como: “tienes que entenderle…” o “igual tiene parte de razón…” lo único que hacéis es empeorar nuestro estado de ánimo, y toda nuestra ira se volverá contra vosotros, y lo peor de todo es que no sabréis por qué. Cuando nos veáis, absolutamente indignadas, ya sea con nuestro jefe, hermana, amiga, etc.  En un primer impacto NO cuestionéis si tenemos razón, ya que eso significará que está la posibilidad de que se la dais a ellos, y eso es lo peor que podéis hacer, de verdad ¡¡¡¡NO LO HAGÁIS!!!! Es más pensaremos que no solo no nos dais la razón, sino que estáis a favor de nuestro jefe.

Muchas veces cuando acudimos a contaros nuestros rollos; que lo sabemos, que os lo contamos todo con pelos y señales, incluso a veces resultamos hasta aburridas, pero en ese momento necesitamos “desahogarnos” necesitamos haceros oyentes de nuestras historias. He puesto oyentes y no participes. No queremos que participéis, no con vuestros consejos de marido que empatiza con nuestro jefe, queremos que nos escuchéis, que si vais a decir algo que sea solo para decir: o que tenemos razón o que nos entendéis, si no sois capaces… Pues uno tan solo escucha, nos mira a los ojos, y ya como colofón nos dais un abrazo.

Pero ese abrazo tiene que ser; un abrazo que nos proteja. Tiene que ser un abrazo, que nos haga entender que igual no tenemos toda la razón. Tiene que ser un abrazo que nos haga comprender poco a poco que no es para tanto. Tiene que ser un abrazo que de paso a una conversación serena, que nos haga ver las cosas tal y como son.

Creo que, para muchas de nosotras, el silencio de un abrazo se convierte en el mejor de los refugios, hace que seamos capaces de oír lo que no habéis dicho. Hace que seamos capaces de calmar el dragón que llevamos dentro. Hace que seamos capaces de ver lo que habéis entendido. En definitiva un abrazo hace sentirnos más cerca de vosotros.