Creo que no hay peor castigo que el silencio. No se dice nada, pero lo expresa todo. ¿Quién no se ha enfadado con su pareja, por cualquier motivo, y hemos discutido, gritado e incluso llorado? Pero tras una discusión cuando lo que nos encontramos es silencio, nos invade un sentimiento de profunda tristeza e impotencia.
Muchos de esos silencios vienen provocados por la incapacidad de expresar lo que uno siente en ese momento. Por la soberbia que impide desnudar el alma y quedar con el corazón expuesto. Incluso a veces por un “no sé qué” que te obliga a callar, aunque quieras gritar o que te obliga a silenciar todo aquello que quieres contar.
Cuando nos enfrentamos a ese silencio ensordecedor, lo primero que nos sale es incomprensión ante la persona que tenemos delante. Empieza a crecer en nuestro interior un sentimiento de ira y desánimo, que se mezclan a partes iguales. Miras a los ojos de la persona y no ves “nada” solo el vacío provocado por su silencio. Y en ese preciso instante te planteas “y para que, si las cosas no van a cambiar, siempre es lo mismo. SILENCIO”. Solo vemos esa parte dolorosa que nos provoca la indiferencia de una mirada vacía. Solo vemos el corazón de piedra de la persona que calla. Solo vemos la frialdad de la palabra ahogada en el silencio.
Pero a veces lo que nos somos capaces de ver, es Sigue leyendo