Hace algunos años, en la soledad de mi dormitorio hacía balance de los últimos años de matrimonio y no era capaz de ver cuando empezó esa pequeña pendiente que nos fue distanciando como pareja. Después de 20 años compartidos y tres hijos, me sigue resonando la misma frase: “Yo no quiero otra madre, quiero una esposa”. Y me sigue saliendo la misma frase de: “yo no quiero estar casada con una tarjeta de crédito”.
A veces vuelo al pasado, a esos años de novios, donde en nuestra vida solo había ojos y tiempo para nosotros. A esos primeros años de casados donde nuestra mirada cómplice lo decía todo. Donde la suavidad de sus caricias me desnudaba para compartir nuestra intimidad. Donde sus besos me hacían viajar a una pasión casi desconocida. Donde nuestros cuerpos se convertían en uno solo.
Pero me despierto en una realidad bien distinta. En una realidad donde comparto la cama con un desconocido. Donde las caricias han dejado paso a la indiferencia y los reproches. Donde las miradas se rehúyen y las conversaciones pendientes se evitan. E intento analizar cómo hemos llegado a este atasco emocional. Y me doy cuenta cuanta de la responsabilidad que hemos tenido los dos.
Las cosas no comenzaron por un hecho concreto, sino más bien cuando dejamos entrar en nuestras vidas a Sigue leyendo