¿Cuándo hemos pasado de ese momento dulce y de complicidad a este momento de irascibilidad constante y reproches continuos? ¿Cuándo ha sido la última vez que hemos tenido una conversación serena y sin terminar sacando la lista de agravios? A veces romper esta dinámica en la que nos vemos inmersos -y sin saber muy bien como hemos llegado a ella- no es algo sencillo.
En muchas ocasiones uno de los principales motivos de no “saber” romper esta dinámica en la que vivimos y nos genera tanta ansiedad, es simple soberbia. Es una de las grandes enemigas de las relaciones, ya que nos predispone a pensar: “que sea él quien de el primer paso ya que la culpa es suya” o “estoy cansado de acercarme a ella para que termine rugiendo como un dragón”.
Y en muchas ocasiones nos olvidamos de la persona que tenemos en frente. Nos olvidamos vaciarnos un poco de nosotros mismos para pensar más en la otra parte. Nos olvidamos de preguntar: “cariño, ¿tú que necesitas de mi para poder mejorar nuestra relación?” A veces tan solo nos falta escuchar, pero escuchar con el corazón en la mano. Dispuestos a escuchar que nosotros también nos equivocamos. Dispuestos a escuchar que parte del mal estar de nuestra pareja viene provocado por nuestra actitud.