Es una pregunta que nos hemos hecho desde nuestra más tierna adolescencia. Empezando por deshojar miles de margaritas con un: “me quiere, no me quiere” hasta obtener la respuesta que nos interesaba. Pasando por hacer largas esperas frente al teléfono fijo de casa, hoy en día sería mirando el WhatsApp, viendo si lo ha leído, y luego pasmadas  mirándolo hasta convertir el móvil en una extensión de nuestra mano en espera de la “CONTESTACIÓN”. Y terminando por “vamos tía, que se por donde sale, acompáñame porfa”

A lo largo de nuestra vida estaremos enamoradas de formas muy diferentes. Esto lo hace la madurez en el querer, la estabilidad emocional y ¡¡el control de nuestras hormonas!!. Cuando nos gusta un chico, cuando nos gusta de verdad, solemos ponernos nerviosas cuando estamos con él, se nos pone una risita nerviosa, solo sentir su cuerpo cerca de nosotras en la fila del cine hace que el corazón lata de forma desorbitada,  es más, como se acerque un poco más ¡¡¡lo podrá oír!!!!

Una vez que empiezas a salir con él y ya somos “mas que amigos” –aquí hago un paréntesis- no nos presentéis como “una amiga” NO QUEREMOS ser vuestra amiga, para eso, están todas las demás del planeta, nostras somos vuestra pareja, vuestra novia, pero ¡¡¡¡¡NO VUESTRA AMIGA!!!!!! Volviendo a estos inicios, estamos tan enamoradas que no solemos veros defectos, sencillamente sois perfectos. Pero vosotros no creáis que os sucede  algo diferente. Somos perfectas y lo mejor es que nos lo decís con cierta frecuencia, algo que nos encanta.

Pasan los meses, los años y ya tenemos una vida en común. Los primeros meses de convivencia suelen servir para adaptarse el uno al otro. No solo nos damos cuenta -mutuamente- de nuestros defectos, sino que los padecemos. Esa tapa NO levantada a tiempo, esa invasión en el baño con productos de cosmética, esos ronquidos o ese chirriar de dientes. Hemos dejado de ser perfectos. Pero no por ello hemos dejado de querernos.

Conforme pasa el tiempo, pasa ese enamoramiento tan pasional – diría que a veces estresante-  dejando paso a un amor mucho más maduro. Aquí es necesario una gran dosis de voluntad, como alguna vez he escrito, aquí empieza el trabajo de querernos. El levantarse todas las mañanas con la intención de “quiero querer quererte”. Como dice en una de sus conferencias el Speaker Carlos Andreu “El día que la motivación dependa de tu jefe, tu vida depende de tu jefe” Pues con el amor pasa algo parecido. El día que nuestro amor dependa solo del sentimiento estaremos expuestos a nuestros caprichos. El día que pensemos que ya no sentimos <<esas mariposas en el estómago>> y creamos que ya no estamos enamoradas dejaremos de luchar. El día que pensemos en “porque yo tengo derecho…” estaremos vencidas por muestro ego.

Cuando estemos en ese momento, deberíamos mira a nuestra pareja, pensar en aquellos momentos que nos cogía la mano y nos daba un escalofrío, pensar en esos besos que nos dábamos y se nos estremecía el cuerpo hasta convertirse en uno, pensar porque le elegimos para pasar el resto de nuestra vida juntos y levantarnos todos los días con ese pensamiento. Eso es fortalecer la voluntad para seguir amando y si queremos pasión, ¡¡¡PROVOQUEMOSLA!!!! si queremos pasión lleguemos un día a casa y sorprendámosles con una noche que no olvide nunca, pero si queremos cambiar las cosas para mejorar nuestro presente hagamos algo diferente, si seguimos haciendo lo mismo, seguirá ocurriendo lo mismo.

El amor es esfuerzo, un esfuerzo constante hacia la otra persona, un constante olvidarse de uno mismo y entregarse al otro. El estar enamorado de mi pareja es un trabajo diario que si no riego, mimo, y le doy todo lo mejor de mí, terminará por marchitarse, terminará por convertirse en “es que yo … “, “ es que ya no siento esa pasión del principio”. Y terminaremos siendo presos de nuestros sentimientos.

El estar enamorado es un acto de voluntad diario, un convencimiento de querer quererte.