Si no quieres espinas, no aceptes rosas

¿Quién de nosotras se imagina que el amor que vosotros sentís, un día se puede tornar en desidia y resignación? O ¿Quién de vosotros puede comprender como nosotras hemos sido capaces de desplazaros en nuestras prioridades? Cuando se comienza en esta andadura del matrimonio, todo ¡¡¡es perfecto, es maravilloso!!! pero la vida es algo más que un cuento de hadas. Donde cualquier cuento que se precie termina con un “Se casaron… y fueron felices y comieron perdices”. Pero lo que nunca nos cuentan es como llegan a ser felices.

Lo que tengo claro es que la felicidad no es permanente. Creo que, en ocasiones, confundimos la felicidad con la falta de problemas. Si todo sale como queremos y cuando queremos, entonces nos “sentimos felices” pero es una sensación pasajera, una sensación que no permanece. Al igual pasa en las relaciones de pareja. Cuando sentimos “mariposas” en el estomago es que seguimos enamoradas, pero llegará un día en que esas mariposas vuelen para dar paso a un amor más sereno y maduro. Y si no estamos preparados, seguiremos buscando esas mariposas que un día él nos hizo sentir. O buscaréis esa sensación en una mujer que os estremece el cuerpo solo con mirarla.

Pero lo que muchos no estamos dispuestos es a trabajar en nuestra pareja, en la reconquista de nuestro amor. Esa reconquista es mucho más dura, y viene con un pasado cargado de reproches y silencios. Viene contaminada por unas frases hirientes y desprecios desoladores. Y volver a reconquistar eso es una tarea, en ocasiones, de héroes. Héroes que creen en un amor para toda la vida, héroes que luchan hasta que la situación es irreversible. Héroes que son capaces de volver a enamorarse y seguir de la mano sin rencores.

El amor –al igual que las rosas- está formado de espinas. Pero esas espinas, son espinas que protegen a la rosa frente a las adversidades. Convirtamos nuestras espinas en aliados. Convirtamos nuestros miedos en momentos de intimidad con nuestra pareja. Convirtamos nuestros reproches en conversaciones que nos hagan crecer. Convirtamos a nuestras parejas en esas “espinas” capaces de abrazarnos para protegernos. Convirtamos a nuestra pareja en nuestro mejor aliado, en nuestra prioridad para poder llegar a todo lo demás los dos juntos. En definitiva que tengamos la capacidad de QUIERO QUERER QUERERTE.

Hoy en el día del padre, su ausencia se nota y se torna dolorosa en muchos momentos, pero el legado de matrimonio que me dejaron creo que ha quedado resumido en estas palabras que comparto con vosotros. Mi padre, con sus espinas,  protegió a su rosa –mi madre, el amor de su vida- hasta el día que ella se fue de su mano. Cincuenta y cinco años juntos y un ejemplo de superación en el amor y en las adversidades.

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