Hoy es un día especial. Es el día del PADRE. Un día entrañable para la mayoría de nosotros. Un día para pasar con la familia y agradecer a nuestro padre todo lo que hace por nosotros. Por como nos quiere, por sus constantes atenciones, por sus diferencias y discusiones o simplemente por estar siempre ahí.
Pero hoy no quiero dirigirme a mi padre. Como muchos sabéis el falleció a los pocos meses de morir mi madre. Si, fue una de esas personas que murió de amor. Pero hoy quiero dirigirme a todos los hijos que buscamos el regalo perfecto para nuestro padre. Ese viaje a Chile para ver a su hija expatriada. O esos gemelos que se pone en ocasiones especiales. O incluso es vino exclusivo que tanto le gusta.
Después de más de tres años sin tener que pensar en un regalo para el día del padre, tengo que reconocer que por un lado me vienen a la cabeza aquellos que hice casi por automatismo. ¡¡¡¡madre mía… no se cuántas camisas, o pijamas le pude regalar!!!! Y por otro lado solo me vienen aquellos que dejé de hacerle. Aquellos que realmente eran los que él más deseaba. Aquellos en los que no pensé, simplemente por mi comodidad.
Si tuviera ahora que pensar en un regalo para mi padre os diría que le regalaría mi tiempo. Ese que ojalá hoy pudiera darle. No regatearía en abrazos. Le regalaría miles de esos paseos que no llevaban a ninguna parte, esos que tan solo eran la excusa para estar un rato juntos. Le regalaría mi silencio. Ese silencio tan necesario a veces para saber escuchar lo que la experiencia de la edad te enseña. Le regalaría ese silencio para poder comprender su dolor y respetar su soledad. Le regalaría ese silencio para saber escuchar sus temores más profundos.
Si ahora pudiera, le volvería a regalar mi tiempo, si ya se que me repito, pero
ahora se lo importante que es ese tiempo, ese que en muchas ocasiones se me escapó sin más. Le volvería a abrazar una y mil veces. Le regalaría mis oídos para escuchar sus aventuras. Le volvería a regalar esas conversaciones inacabadas por las prisas. Le volvería a regalar todos aquellos “papá te quiero” que callé por dar por hecho que él lo sabía. Le regalaría las conversaciones que no tuvimos por falta de tiempo e incluso de interés.
Si, ahora lo se. Se cuales eran los regalos perfectos para mi padre. Se que disfrutaba cuando el regalo era un buen jamón, pero ahora entiendo que el regalo venía detrás. Cuando nos sentábamos juntos a disfrutar de ese jamón con una copa de vino y una conversación serena, sin que estuviese llena de prisas. Ahora se que detrás de ese pijama, el octavo o el noveno en su armario, lo que realmente disfrutaba era lo que le acompañaba. Era compartir sus miedos conmigo, incluso en los últimos meses compartir su llanto. Creo que fue uno de los mejores regalos que NOS hicimos, llorar juntos el dolor que dejó en su corazón la muerte de la persona que más quiso, mi madre.
Se que detrás de cada uno de los regalos lo que más disfrutaba era sencillamente de nosotros. De sus hijos, de sus nueras, se su yerno, de sus nietos -por mucho que fueran unos escandalosos- ja, ja, ja. Ahora se, que uno de los mejores regalos para un padre somos sencillamente nosotros. Vengamos o no acompañados de un pijama o un buen jamón.
Pero también se lo que me ha regalado con su marcha. Me ha dejado un ejemplo no solo de marido sino padre. Fue un marido -por supuesto con su kit de defectos- enamorado de su mujer. Un padre entregado a sus hijos. Un padre con sus miedos e inseguridades recubiertas de absoluta confianza mientras crecíamos bajo el manto de su hogar. Un padre que quería a sus hijos. En definitiva tuve el mejor padre para mi.
Si volviera a pensar en un regalo para mi padre os volvería a decir lo mismo. Mi tiempo. Mis abrazos. Mis besos. Mis “papá te quiero”. Hoy tengo claro que es de los mejores regalos para un padre.
Así que papá hoy tienes todas mis oraciones y pensamientos dedicadas a ti.
Que importante es el tiempo de los demás y para los demás
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Maravilloso! Hace recapacitar!!
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