CULPAS COMPARTIDAS PARTE III

Bueno imagino que todos me conocéis como “El que no se entera de nada”, “El fiel currante”“El Cornudo” o “El Marido Despechado”. Supongo que algunos de vosotros sabréis lo que se siente cuando uno es consciente de lo que pasa realmente en su matrimonio. (Mirando al público) ¿Realmente no lo vi venir? O no lo quise ver venir?? Os soy sincero que no se, si me atrevo a decirme la verdad.

Después de nuestro tercer hijo las cosas parecían ir bien, mi mujer retomó su trabajo y siguió a tope con las exposiciones de sus cuadros. Yo seguía con mis viajes –cada vez más largos- con mis reuniones interminables y con fines de semana de conferencias. Los años fueron pasando y se instalaron en nuestras conversaciones los reproches de siempre:

  • No has venido a la actuación de Navidad de tú hija. Te estás perdiendo sus vidas.
  • Que te crees que he estado haciendo?? Trabajar para que nuestros hijos tengan la mejor educación.
  • Si, pero también es importante que tengan a su padre…

Luego llegaron las discusiones sobre nosotros.

  • No has venido a la exposición. Como siempre todo lo que no eres tú, no te importa. Siempre con tu trabajo, tus reuniones….
  • Ya pero gracias a eso puedes seguir pintando tus cuadritos y poder exponer, que por cierto cada vez son más frecuentes. ¿Cómo crees que se paga todo esto?
  • Igual prefiero estar contigo que en la galería, es que no te das cuenta??… 

Hasta que llegó un momento que las discusiones se terminaron. Pasamos a una convivencia agradable, llena de compromisos, cenas de trabajo, donde ella daba lo mejor de sí misma, siempre elegante para la ocasión, sonriendo y con una simpatía natural. Sabía que algo ya no cuadraba, pero os soy sincero, lo dejé estar. La situación para mí era cómoda, tenía una esposa que era una madre increíble para mis hijos. Tenía una esposa que era una compañera perfecta para mis eventos de trabajo. Tenía una esposa, si, pero dejé de tenerla como amante y creo que no soy capaz de recordar cuándo ocurrió. 

Echando la vista atrás con el dolor que siento ahora, me pregunto si fue mi indiferencia lo que lo que le alejó de mí. Si fueron mis constantes desplantes no solo en los planes familiares sino también en los de pareja, o mi desinterés por sus “cuadritos”. Si fue mi muro transparente llamado trabajo el que la terminó de aislar de mí.

Quiero pensar que la decisión no le resultó fácil. Que sigue sintiendo algo que aún le ata a mí. Que no sigue a mi lado solo “por los niños”. Pero mi cabeza y mi corazón están en constante conflicto. Cuando la miro y sé lo que está ocurriendo, lo reconozco, creo que la odio por el dolor que me provoca, por la traición, por la mentira, por la doble vida. Me duele el alma pensar que está en brazos de otro hombre. Que es otro al que ella desea. No puedo, no quiero imaginar esa escena. 

En otros momentos cenando con amigos cuando la veo relajada, sonreír o simplemente escuchando, es cuando mi corazón lo quiere perdonar todo, quiere volver a enamorarla y que sea yo quien le besa, quien le abraza y le hace el amor. Ser yo quien la haga reír, como antes. Quiero ser yo el hombre que le haga sentirse deseada. Y creo que es, en esos instantes, cuando pienso que el alma se me romperá si la pierdo. Es en esos momentos cuando pienso donde estuve yo cada noche que ella me reclamaba. Trabajando. He dejado que el trabajo me robe lo mejor que le podía dar a mi mujer: NUESTRO TIEMPO.

Y ahora vivo con el dilema de no saber qué decisión tomar. Decirle que lo sé, que sé que hay otro hombre que la besa. O guardar silencio y volver a conquistarla. O sencillamente abandonar y empezar de cero. Dónde está lo correcto. Dónde está el equilibrio. Dónde están las culpas. Dónde está el PERDÓN.

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