Parece una frase sencilla, hasta rima, pero entrañan una gran dificultad llevarlas acabo en nuestro día a día, en especial con las personas que más queremos. Con las que más cerca tenemos, que además suelen ser a las que más herimos. Son tan solo cuatro palabras, pero juntas son un estilo de vida.
El otro día leí en Instagram una pregunta que hacía @psico_eire, y preguntaba: ¿Si pudieras, borrarías tus recuerdos desagradables? Las respuestas en general y resumiendo mucho, se podrían agrupaban en dos:
- No, ya que han hecho de mi lo que soy y he salido reforzada.
- Si, me provocan dolor y a veces no me deja crecer.
Por supuesto sin entrar en el ámbito psicológico ya que no tengo ni conocimiento ni experiencia, me llevaba esta reflexión a las relaciones de pareja. Cuantas veces hemos dicho o hecho algo que ha dañado a nuestra pareja, a nuestro compañero de viaje, a la madre de nuestros hijos, a nuestra “no media naranja” (que de esta naranja ya os hablaré en otro post jajajaja). Pero lo más importante es, ¿Cuántas veces hemos archivado en nuestra hemeroteca mental todos los agravios recibidos? Y estos crecen y crecen…
Efectivamente, esta frase encierra un estilo de vida, un trabajo constante que dependerá mucho de la actitud de cada uno de nosotros. Podemos optar por hacer una lista de agravios y sacarla en cada discusión. O ironizar sobre sus “maldades”. O hacer comentarios punzantes delante de los hijos. O…
O despreciar a tu pareja entre copa y copa con los colegas. Puedes guardarlo y airearlo cada cierto tiempo, pero el mayor dolor que provocaremos será el que nosotros mismo nos hagamos. La otra parte acabará entre cansada y anestesiada y eso… en el mejor de los casos.
Cada vez que sacas a pasear esa lista, el rencor irá creciendo, los sentimientos negativos se irán intensificando y tu dolor se abrirá una y otra vez y empezarán a visitarte la rabia y la ira. Muchas veces lo que buscamos es que alguien se ponga de nuestro lado y en contra de nuestra pareja, que nos den la razón, que nos confirmen que eso que hizo o dijo estaba mal. Y seguramente lo estaba y seguramente, en muchas de esas ocasiones también nos pidieron perdón, pero ¿Cómo fue nuestra capacidad de perdonar? Vivir almacenando todo ese rencor, no solo nos dañará a nosotros, sino a nuestras relaciones, a nuestro carácter, a nuestra capacidad de ser felices, de ser libres.
En el otro lado de la moneda están aquellas personas que saben convivir con ese dolor, que han sabido sanar esas heridas a través del perdón. Son personas que han tomado la determinación de perdonar por justicia, por salud mental, por practicidad, y también están las que han decidido perdonar por amor. Y no me refiero al amor “bobo” de <<yo lo admito todo porque estoy taaaan enamoraaada…>> me refiero al amor que se eleva por encima del agravio. Al amor que perdona desde el respeto. Al amor que perdona desde la comprensión y el cariño. Nos quedaremos con un perdón que repara, un perdón que cortará nuestras ataduras con los malos pensamientos, un perdón que nos hará más libre, más seguros y nos dejará crecer, nos dejará volar. Un perdón que nos dice: QUIERO QUERER QUERERTE.
Me ha encantado este post Ana. Gracias por recordarlo
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Ana, Muchas gracias por compartir tus reflexiones, por tu trabajo y esfuerzo al escribir. SIEMPRE enriquecen y aportan muchísimo a los que estamos por aquí!!!
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Muchas gracias de verdad, y me alegro sinceramente poder aportar un granito de arena.
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