¿Cuántas veces nos encontramos con esta frase? ¿Cuántas veces hemos puesto de excusa el cansancio, los hijos, el trabajo y como no, ese dolor de cabeza tan femenino y oportuno a nuestro mal humor, o ese exceso de trabajo repentino que os hace llegar siempre tarde a casa?
Llega un momento en el matrimonio que nos cansamos. Tan solo eso, nos cansamos. Nos cansamos de ceder, nos cansamos de entregar, nos cansamos de luchar, nos cansamos de acostarnos con vosotros y entramos en una fase de autoevaluación y crítica que en ocasiones podemos ser injustas, no solo con nuestra pareja, sino con los que nos rodean y especialmente con nosotras mismas.
Normalmente empezamos con esa fase de queja constante donde parece que todo lo que nos sucede y no nos gusta, suele ser por culpa de otros. Estamos agotadas porque nuestro marido no nos ayuda. Solemos estar irritadas porque los niños no obedecen, y claro, su padre nunca está. Empezamos a sentirnos solas y a ladrar a todo aquel que tenemos cerca y en especial a vosotros. Pero aquí tenéis un papel clave, que muchos pasáis por alto –seguramente por el mimo motivo que nosotras, el cansancio- y seguís andando. No veis a vuestra mujer agotada y sola, no veis a vuestra mujer demandando vuestra atención, tan solo veis un dragón que –en el mejor de los casos- solo echa fuego por la boca. Y en lugar de preguntar; ”¿Quieres que hablemos?” o de tendernos esa mano que anhelamos, sin embargo os dais la vuelta y miráis a otro lado.
Empezamos a pensar en “ES QUE YO…” Es que yo no tengo tiempo para nada. Es que yo siempre tengo que hacerlo todo. Es que yo soy la que me encargo de los niños…. Y seguimos con un elenco de reproches que dan paso al: “ES QUE TÚ…” Es que tú, nunca estás en casa. Es que tú no colaboras. Es que tú no eres cariñoso…. Y esto es el inicio de la construcción del muro invisible de la desgana, de la tibieza en el matrimonio, de la distancia afectiva entre ambos. Seguramente esta es nuestra manera de deciros “os necesitamos” ¡¡¡Recordar, hablamos idiomas distintos!!! Y vosotros sin saber leernos os alejáis más, así, tan solo os alejáis sin preguntar.
Seguido de estos reproches, podemos caer en un círculo vicioso que muchas veces nos resulta complicado romper. Nosotras reprochamos, vosotros contestáis. Nosotras nos alejamos del calor de una alcoba y vosotros dejáis de mirarnos. Así hasta que llega un momento que nos hemos convertido en dos extraños metidos en la misma cama, con nuestro amor enterrado bajo tanto reproche y con ese muro, incapaces de atravesar.
Para romperlo podemos empezar con un pequeño paso, aunque en ocasiones nuestra soberbia nos impedirá darlo, pensando que lo tiene que dar el otro. Pero un día cogernos de la mano y tan solo darnos un beso. Se romperá la dureza de nuestro corazón, y removerán esos sentimientos enterrados. Nosotras bajaremos la defensa y contestaremos con una caricia. Mirarnos un día a los ojos y recordaremos juntos porque un día nos casamos. Abrazarnos al siguiente día y nos sentiremos seguras de nuevo a vuestro lado. Iremos día a día, dando esos pequeños pasos que formarán esas pequeñas grietas en el muro que un día construimos sin quererlo. Iremos trabajando juntos la voluntad de QUIERO QUERER QUERERTE, que será lo que nos ayude a romper definitivamente ese muro que un día construimos.
Enhorabuena Ana!! Que bonito y qué verdad todo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Tienes muchísima razón. Gracias un abrazo fuerte
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias Carmen. Un fuerte abrazo
Me gustaMe gusta
Tal cual!!! No puede ser más real!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona