¿Matrimonio o Combate?

Cuantas veces nos vemos inmersas en una crisis con nuestra pareja donde las palabras se convierten en un arma arrojadiza, las miradas en lo más parecido a dardos envenenados y los desprecios en el final de una batalla. A veces más que un matrimonio parece un combate de lucha libre entre dos personas que nos dijimos un día que nos íbamos a respetar, a cuidar, a querer, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo… ¿Nos suena verdad?

Está claro que a lo largo de nuestra vida en común no todo es un camino de rosas, a veces nos tocan espinas, pero lo importante de la rosa es saber cuidarla con sus espinas. Algo parecido pasa con un matrimonio, cuando nos tocan espinas lo importante es saber podar esa espina, y hacerlo entre ambos. De nada servirá que haya uno de nosotros que se dedique a podar las espinas, ya que se cansará de hacerlo y solo conseguirá abandonar la poda con un sentimiento de reproche a hacía su pareja.

Pero todos nosotros tenemos en nuestro interior un pequeño antídoto perfecto ante cualquier batalla, es el AMOR. Dicen que el amor lo puede todo, y creo que parte de razón hay en esta afirmación. He visto madres  que luchan hasta la extenuación por un hijo enfermo. He visto maridos a los pies de la cama de su esposa hasta su último adiós. He visto hermanos que luchan juntos por seguir adelante. Y todos ellos tenían la misma fuerza motor, es ese amor que sentían hacía sus seres queridos.

Y cuando nuestro matrimonio parece que hace aguas, y vamos a buscar cual es el principal sentimiento que nos mueve, lo primero que solemos encontrar es el reproche. El reproche por las palabras que nos hemos dicho, el reproche por los agradecimientos callados, el reproche por los desplantes de cada noche. Solo pensamos en lo infeliz que nos hace la persona que tenemos a nuestro lado. Que ya no estamos enamorados, pero pocas veces nos hacemos la siguiente pregunta: “¿Qué hago yo por mi pareja para hacerla feliz?”.

Ante esta situación afirmamos: si, ¡¡¡ya no estamos enamorados!!! Las mariposas volaron hace años, es más igual nos preguntamos si algún día estuvieron. Nos miramos a la cara y no vemos más que desilusión y fracaso. Nos miramos a la cara y solo vemos un abismo  entre nosotros imposible de cruzar. Vemos un castillo de naipes afectivos destruido por la indiferencia. Nos sentimos con el corazón roto. Pero olvidamos algo, algo básico que aprendimos de la mano. Olvidamos que hace años nos enamoramos con el corazón –el que hoy está roto- y nos amamos con la cabeza.

Con el paso de los años, el enamoramiento deja paso a ese amor maduro, a ese amor que viene de la voluntad de seguir queriéndonos. A ese amor de confianza y de crecimiento entre ambos. A ese amor que deja paso a una intimidad que nos hacer ser uno. A ese amor que nos hace mantener unas relaciones sexuales de entrega plena porque te quiero a ti, porque decido que te sigo queriendo a ti. A ese amor que ha dejado volar las mariposas para plantar raíces en el seno de su pareja. En definitiva, alimentar un motor de nuestra vida que es el amor, el que nos haga ser capaces de seguir creciendo en un “QUIERO QUERER QUERERTE”.

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