Las heridas se curan y las cicatrices permanecen… pero eso no es malo

¡El matrimonio es un viaje emocionante lleno de altibajos, encuentros y desencuentros, de momentos maravillosos y de crisis de pareja. Creo que en eso estamos todos de acuerdo!!!! Y con el paso de los años, mi experiencia y la compartida con muchos de vosotros -me atrevo a decir- que tengo la certeza de que «las heridas se curan y las cicatrices permanecen” … pero eso no es malo».

Cada matrimonio, cada uno de nosotros, experimentamos momentos de alegría y amor, pero también nos enfrentamos a desafíos y conflictos, a momentos de profunda crisis, de pareja e incluso existencial sobre nosotros mismos. En ese proceso en muchas ocasiones nos hacemos daño y se producen heridas, heridas emocionales. Estas pueden ser causadas por malentendidos, diferencias de opinión, por discusiones sobre como educamos a los hijos o incluso por infidelidades. Pero aquí está la belleza de la vida matrimonial: las heridas pueden sanarse con algo de tiempo, una gran dosis de amor y con un constante esfuerzo.

Si nos imaginamos que las heridas son como cortes superficiales en la piel, cuando cuidamos adecuadamente esas heridas, aplicamos el amor necesario, la comprensión suficiente y la comunicación sincera, sanarán gradualmente. Con estos ingredientes, bien aplicados sobre nuestras heridas, ayudarán a que resolvamos nuestros problemas y apoyarnos mutuamente, fortalecerá nuestra relación y permitiremos que nuestras heridas sanen de manera que nos haga crecer, no solo  como pareja sino también como personas.

Sin embargo, a medida que las heridas se curan, es posible que queden cicatrices, cicatrices emocionales y esto no es algo malo, no es algo que nos haga recrearnos en el rencor del daño recibido. Estas cicatrices son recordatorios de las experiencias compartidas y superadas en el camino, de nuestra capacidad de perdonar y de nuestra muestra de amor por el otro y nuestro matrimonio. Aunque pueden ser visibles en forma de memorias o emociones dolorosas pasadas, no son necesariamente negativas.

Las cicatrices pueden ser testimonio de nuestra resiliencia de pareja, de nuestra capacidad para superar obstáculos y fortalecer nuestro vínculo. Son recordatorios de que hemos afrontado y superado desafíos juntos y hemos salido más fuertes. Nos recuerdan que nos hemos hecho daño, pero mucho más importante que nos ENSEÑAN que nos hemos PERDONADO. En lugar de ver las cicatrices como imperfecciones o recordatorios del dolor recibido, deberíamos considerarlas como señales de nuestra historia compartida y nuestro crecimiento personal y matrimonial.

El matrimonio es un compromiso de amor y apoyo mutuo a través de los buenos y malos momentos, como nos dijeron un día: <<en la saludo y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza…>>. Las heridas sanarán y las cicatrices permanecerán como recordatorios de nuestro amor y perseverancia, de nuestro QUIERO QUERER QUERERTE. No hay perfección en el matrimonio, pero precisamente en esas imperfecciones se encuentra su belleza. Las cicatrices son marcas de fortaleza y amor duradero que permanecerán en el corazón de una pareja para siempre.

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