No se vosotras, pero no lo veo. De verdad no os imagináis la odisea que fue. Será que no soy americana y por eso no se me da bien, igual soy mas del estilo español “bienvenido Mr. Marshall” en fin… el caso es que fue uno de esos mitos que se me cayó, pero se me cayó para siempre, de por vida. Igual la experiencia me ha dejado algo de huella y con un poco de suerte encuentro a alguien que se identifique conmigo, sería un apoyo moral jajaja.
En fin… que me dio por eso y una mañana así romántica como la del día de los enamorados me levanto prontito, siete de la mañana -mi marido tiene la mala costumbre de levantarse pronto toooodooos los días- la que duerme con uno así, sabe de lo que hablo. La verdad que la cosa no empezaba bien, madrugón. Seguimos avanzando en la composición del desayuno. Primero cogemos una bandeja para ir dejando con mimo todas las cosas:
- Café con leche calentito por supuesto, con 8 o 9 de sacarina, si, lo sé, seguro que incluso es más sano el azúcar perooooo… Tal cual a la bandeja.
- Zumito recién exprimido, ufff son las siete de la mañana, ponte a exprimir, mucho ruido, se va a oír y luego ponte a limpiar el exprimidor, está claro, un buen desayuno en la cama merece el esfuerzo.
- Un platito con fruta cortada, unas fresas, un kiwi, unos arándanos, todo muy détox.
- Como soy organizada descongelo el pan de semillas para hacer unas tostadas, aquí dudo, a él le encantan con mantequilla, pero estamos en modo “sano” y le pongo el aceite, jamón serrano y tomate para prepararse unas buenas tostadas con todo el sabor español.
Todo colocadito en la bandeja, servilleta, cubiertos, todo ideal. Te dispones a llevarle la bandeja y te das cuenta del primer inconveniente serio. Tardas unos diez minutos en llegar a la habitación, ya que cada paso tiene que ser milimétricamente medido para que no se vierta nada de la taza del café, que ya llega medio frio, o del vaso de zumo. Una vez en la puerta de la habitación, que previamente habías cerrado para que no oyera los ruidos, dejas la bandeja en el suelo, abres, entras, vuelves a dejar la bandeja en el suelo cierras -ya son las ocho y pico – y miras y de repente por primera vez en tu matrimonio a las siete y media, ¡¡¡no está despierto!!!!!
¡¡¡Me diréis que no es mala baba!!!!!, en fin, entonces una empieza el proceso de tos compulsiva a ver si así se estimulan sus oídos y logramos que el amor de mi vida se despierte. Et volilà, se despierta sobresaltado preguntándose que está ocurriendo y según abre los ojos y me ve ahí de pie con “bandeja en mano” y el día de los enamorados, solo se le ocurre: <<¿Qué haces ahí con eso en la mano?>>, nada cariño estoy ensayando para ser camarera. Le dejas algo descolocado, pero rápidamente te recompones y le dices: <<cariño felicidades por el día de los enamorados, te he preparado un desayuno sorpresa y te lo he traído a la cama>>.
Entonces llega el mayor de los errores que hará arrepentirte de esa idea melancólica y sentimental que no pensaste y solo ejecutaste. El se incorpora en la cama, pero no tiene la inclinación perfecta entre cabecero-cuerpo-cama, pero aun así depositas la bandeja sobre sus piernas. Y ves como en el interior de esa taza de café, emborrachado de sacarinas, se empiezan a generar unas inestables olas que acaban produciendo un pequeño tsunami que hará que el café se desborde inevitablemente al platito que colocaste bajo la taza. Efectivamente al zumo le ha pasado algo parecido, pero no has estado lista, no hay platito bajo el vaso de zumo.
Si, es nuestra naturaleza, bueno igual solo es la mía, pero veo que me tenso, me acerco, le cojo la bandeja y le digo: cariño, igual es mejor que te incorpores un poco más para que estés cómodo. MENTIRAAAA, ya me da igual si está cómodo o no, las
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